Desde que se puso en marcha la nueva Reforma Educacional Chilena... bastante lento ha sido el progreso, poco conformes nos deja a los chilenos los resultados, “los numeritos, las cifras...”
Como decía mi compañera Loreto, del lado opuesto a mi equipo de trabajo, una reforma es un proceso de cambio y necesita tiempo... incluso hizo una comparación con Lutero. Pero cuántos años deben pasar para que los niños gocen de una educación de calidad, con resultados concretos, con aprendizajes sustanciales, con un SIMCE que no marque la gran brecha social entre los colegios particulares, con los públicos, una PSU que permita a los jóvenes entrar a lo que ellos quieran y no así a lo que les alcance...
Sin lugar a dudas, la nueva Reforma es una lluvia de cambios indiscutible... pero son cambios con resultados poco favorables, por ejemplo: ”El objetivo propuesto para la Jornada Escolar Completa era: “Aportar al mejoramiento de la calidad de la educación e igualar las oportunidades de aprendizaje de los niños, niñas y jóvenes de todo el país, al aumentar de manera significativa los tiempos pedagógicos con el propósito de desarrollar mejor el nuevo marco curricular” (OPECH, 2006). En ese sentido, el supuesto de base es que para los estudiantes más pobres estar mayor tiempo en el establecimiento escolar les permitiría compensar su menor capital cultural. Asimismo, también se pensaba que una socialización más prolongada podría contribuir a disminuir los conflictos existentes entre la institucionalidad escolar y la cultura juvenil popular. En concreto, la Jornada Escolar Completa posee una doble motivación: mejorar los aprendizajes y lograr mayor equidad en la educación. Pero aquí me dentengo a pensar... y es triste asumirlo, pero son pocos los resultados de una jornada escolar de este tipo, será la mala organización o la falta de recursos para otorgar a los alumnos una educación sustancial, pues son muchos los niños que asisten a la escuelita por tres comidas diarias, poco aprenden, y la escuelita se convierte sólo en una entretención, ese niño sale de la escuelita a trabajar... no sigue estudiando, no tiene posibilidades para hacerlo...
Si bien la educación hoy en día es un derecho, me preocupa ese porcentaje de niños que van a la escuelita a comer, yo quisiera que aprendieran, que se manejaran con los computadores, que los apoderados participaran activamente en la educación de sus hijos, que el Gobierno abra más puertas para su ingreso a la universidad, sobre todo... el día que sea profesora, quiero que mis alumnos se sientan insentivados por ser más en sus vidas, por tener un sueño y cumplirlo, por conocer, por aprender, por la igualdad...
A mí, me tocó en el juicio, representar al Ministro Sergio Bitar, con la publicación del Manual para la buena enseñanza; en sí el libro no deja de ser ineteresante y digno de leer por todo el personal docente, es un documento claro y sustancial, realizado por em MINEDUC, el Colegio de Profesores y la Asociación de Municipios de Chile, pero (sí, todo debe tener un pero), las primeras publicaciones fueron en PDF, poca fue a la difusión de este texto de 48 páginas, un texto de apoyo para el docente en su evaluación... porqué entonces gasta tanto mi país en algunas cosas y poco en otras, para pronto ahogarse con las críticas nuestras como ciudadanos?
Sin lugar a dudas, la educación está en deuda con los estudiantes, por lo mismo, la reforma fue condenada a 21 años y 1 día... entonces me pregunto: después de cumplida su condena, ¿la educación será de nivel?, nuestros hijos, o nietos serán dignos de una educación de calidad e igualiotaria? ¿Cuánto tiempo será necesario para un real cambio?
Como decía mi compañera Loreto, del lado opuesto a mi equipo de trabajo, una reforma es un proceso de cambio y necesita tiempo... incluso hizo una comparación con Lutero. Pero cuántos años deben pasar para que los niños gocen de una educación de calidad, con resultados concretos, con aprendizajes sustanciales, con un SIMCE que no marque la gran brecha social entre los colegios particulares, con los públicos, una PSU que permita a los jóvenes entrar a lo que ellos quieran y no así a lo que les alcance...
Sin lugar a dudas, la nueva Reforma es una lluvia de cambios indiscutible... pero son cambios con resultados poco favorables, por ejemplo: ”El objetivo propuesto para la Jornada Escolar Completa era: “Aportar al mejoramiento de la calidad de la educación e igualar las oportunidades de aprendizaje de los niños, niñas y jóvenes de todo el país, al aumentar de manera significativa los tiempos pedagógicos con el propósito de desarrollar mejor el nuevo marco curricular” (OPECH, 2006). En ese sentido, el supuesto de base es que para los estudiantes más pobres estar mayor tiempo en el establecimiento escolar les permitiría compensar su menor capital cultural. Asimismo, también se pensaba que una socialización más prolongada podría contribuir a disminuir los conflictos existentes entre la institucionalidad escolar y la cultura juvenil popular. En concreto, la Jornada Escolar Completa posee una doble motivación: mejorar los aprendizajes y lograr mayor equidad en la educación. Pero aquí me dentengo a pensar... y es triste asumirlo, pero son pocos los resultados de una jornada escolar de este tipo, será la mala organización o la falta de recursos para otorgar a los alumnos una educación sustancial, pues son muchos los niños que asisten a la escuelita por tres comidas diarias, poco aprenden, y la escuelita se convierte sólo en una entretención, ese niño sale de la escuelita a trabajar... no sigue estudiando, no tiene posibilidades para hacerlo...
Si bien la educación hoy en día es un derecho, me preocupa ese porcentaje de niños que van a la escuelita a comer, yo quisiera que aprendieran, que se manejaran con los computadores, que los apoderados participaran activamente en la educación de sus hijos, que el Gobierno abra más puertas para su ingreso a la universidad, sobre todo... el día que sea profesora, quiero que mis alumnos se sientan insentivados por ser más en sus vidas, por tener un sueño y cumplirlo, por conocer, por aprender, por la igualdad...
A mí, me tocó en el juicio, representar al Ministro Sergio Bitar, con la publicación del Manual para la buena enseñanza; en sí el libro no deja de ser ineteresante y digno de leer por todo el personal docente, es un documento claro y sustancial, realizado por em MINEDUC, el Colegio de Profesores y la Asociación de Municipios de Chile, pero (sí, todo debe tener un pero), las primeras publicaciones fueron en PDF, poca fue a la difusión de este texto de 48 páginas, un texto de apoyo para el docente en su evaluación... porqué entonces gasta tanto mi país en algunas cosas y poco en otras, para pronto ahogarse con las críticas nuestras como ciudadanos?
Sin lugar a dudas, la educación está en deuda con los estudiantes, por lo mismo, la reforma fue condenada a 21 años y 1 día... entonces me pregunto: después de cumplida su condena, ¿la educación será de nivel?, nuestros hijos, o nietos serán dignos de una educación de calidad e igualiotaria? ¿Cuánto tiempo será necesario para un real cambio?
1 comentario:
Estimada Claudia:
Una costumbre o visión equivocada en la cultura chilena, es creer que las evaluaciones numéricas sirven para clasificar entre buenos y malos establecimientos, decidir si aprueba o desaprueba un estudiante, etc. y no como un indicador de nuestras fortalezas y debilidades, que no encamine a continuar solidificando nuestras fortalezas y a mejorar nuestras debilidades en el corto tiempo, para reflexionar, ¿cuánt@s compañer@s al obtener una nota igual a 40, se preguntan si su modo de estudio fue el adecuado, si el tiempo dedicado fue escaso y vuelven a repasar la materia para aprender significativamente aquello que no les quedó claro?...yo no conozco a ningun@.
Específicamente, voy a que el SIMCE debe utilizarse como indicador para conocer aquellas asignaturas en las cuales no se están cumpliendo los objetivos esperados y trabajar en el corto tiempo para mejorar las estrategias, modos de enseñanza, etc. que permitan a l@s estudiantes generar aprendizajes significativos para su vida y para su futuro social-profesional. De ahí, la relevancia que tiene como futur@s profesoras (es) comprender que la evaluación es parte del proceso de enseñanza-aprendizaje que nos invita a reflexionar sobre aquello que estamos haciendo bien y mal. De esta manera, podríamos ir mejorando constantemente e ir construyendo procesos educativos cada vez más significativos con nuestr@s estudiantes.
Respecto a tu discurso, se agradece un proceso de reflexión propio, criticado y argumentado plenamente. Sin embargo, puedes seguir mejorando la explicificidad de tu discurso, el contenido y el compromiso con tus lectores (as).
Nos vemos.
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